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La obesidad infantil es un problema de salud pública cada vez más importante. Considerada por la  Organización Mundial de la Salud (OMS) como «uno de los más serios problemas del siglo XXI», la obesidad infantil está creciendo en el país y anticipa un futuro complicado. Argentina se encuentra primera en el ranking regional de obesidad. Según ese informe, el 9,9% de los niños menores de cinco años padecen el problema. En escuelas y en chicos de entre 11 y 12 años,  la obesidad infantil alcanza hasta un 48%. 

La obesidad en sí misma aumenta el riesgo de sufrir hipertensión arterial, síndromes de hipoventilación y apnea obstructiva del sueño, enfermedad hepática por infiltración grasa del hígado, colelitiasis, osteoartrosis, dislipidemia y, particularmente, diabetes mellitus tipo 2. Además, la obesidad en las etapas tempranas de la vida tiene un efecto de arrastre a la obesidad en el adulto.

La obesidad es el aumento de la masa adiposa. El IMC (Indice de Masa Corporal) se expresa en unidades de kg/m2. En el niño, los valores límite del IMC saludable varían con la edad y el sexo y se realiza la evaluación a través de las tablas de crecimiento de la OMS. En los niños y adolescentes el sobrepeso corresponde a un IMC mayor que el percentilo 85 y hasta el percentilo 97. La obesidad corresponde a un IMC mayor que el percentilo 97.

La obesidad y el sobrepeso son de origen multicausal (genéticos, familiares, ambientales) y requiere un enfoque integral para su prevención y tratamiento.

El ambiente obesogénico se refiere al ambiente determinado por la suma de influencias que desde las oportunidades o las condiciones de vida, promueven la obesidad a nivel  individual o poblacional.  En obesidad infantil este ambiente está conformado por  los siguientes niveles:

A nivel familiar: estilos de alimentación del niño muy permisivos o controladores; estilos de alimentación no saludables, con alto consumo de bebidas edulcoradas y alimentos con alto contenido de grasas, y bajo consumo de frutas y verduras; estilo de vida sedentaria con excesivo tiempo ante la TV y la PC a expensas de actividades deportivas, etc.

A nivel comunitario: alimentación escolar inapropiada en los comedores escolares o en los kioscos escolares; falta de actividad física suficiente; ausencia de educación alimentaria en las escuelas, abundante disponibilidad de alimentos para comer al paso; falta de facilidades para desarrollar actividades deportivas.

A nivel gubernamental: deficiente regulación de la publicidad de alimentos, particularmente la dirigida a niños; deficiente regulación de la producción y oferta de alimentos procesados, entre otros.

El objetivo de la aplicación de estrategias preventivas en consultas clínica es aumentar la probabilidad de que el niño y la familia adhieran a un estilo de vida saludable en forma temprana.

Algunos consejos

•Recordar que los adultos son los responsables de elegir las comidas y de promover las comidas saludables.
•Organizar los horarios de la comida del niño/a.
•Establecer el desayuno como comida importante en la rutina de la familia, ofreciendo alimentos saludables y variados.
•Promover el mayor número posible de comidas en familia.
•No premiar ni castigar con comida. No premiar con alimentos no saludables (caramelos, galletitas, etc.) el consumo de comidas saludables o el acto mismo de alimentarse.
•Permitir que el niño/a manipule alimentos (que haga las compras, que las elija, que cocine con los padres).
•Variar el color, la forma y el sabor de los alimentos ofrecidos.
•Variar la modalidad de cocción de los alimentos, evitando las frituras.
• No instaurar el concepto de repetición de las porciones. Idealmente, que se repita solo cuando hay necesidad.
• No promover la obligación de comer todo lo que hay en el plato.
• No agregar cremas, grasas o almidones a la comida de su hijo/a, salvo bajo prescripción médica o de manera ocasional.
• Evitar los líquidos azucarados, gaseosas, las galletitas o los caramelos como medio para tranquilizar al niño/a.
• Evitar golosinas y postres, reservarlas solo para ocasiones especiales.
• No valorizar lo dulce, las golosinas y los postres por sobre el resto de los alimentos.
• No utilizar comida como respuesta estereotipada ante cualquier requerimiento del niño/a.
• Comer las mismas comidas que le son ofrecidas al niño/a.

Una de las estrategias más apropiadas consiste en no comprar estos alimentos en el supermercado, para evitar tenerlos en casa y no tener que verse luego en la obligación, de limitar o restringir el acceso a ellos. Otra intervención efectiva consiste en que los padres –y la familia en general– consuman el mismo tipo de alimentos y preparaciones que ofrecen a los más pequeños, con el propósito de lograr la identificación de éstos con el modelo nutricional y para que la transmisión del hábito sea cotidiana y no un enunciado aislado.

Preferir 

• Planificar las comidas.
• Realizar 4 comidas al día.
• El consumo de agua segura como bebida principal.
• Consumir leche, yogures y quesos, descremados. Son la mejor fuente de calcio y se necesitan 3 porciones diarias. Seleccionar quesos de pasta blanda o untables  descremados.
• Comer una amplia variedad de carnes rojas magras y blancas, retirando la grasa visible antes de cocinar.
• Comer frutas y verduras de todo tipo y color. Las verduras siempre presentes en almuerzo y cena. 
• Pan, pastas, arroz y legumbres nos dan energía para nuestra actividad diaria. Dos porciones diarias de pan preferentemente integral y, tres o cuatro veces por semana, cereales integrales (pastas, polenta, arroz, fideos, mijo, trigo burgol, quinoa, cebada perlada o legumbres (arvejas, lentejas, porotos, soja, garbanzos).
• Preparar las comidas con aceite crudo, NO frituras y evitar la grasa para cocinar. Dos cucharadas soperas por día, variando entre aceite de oliva, de girasol, de maíz y de soja.
• Evitar el uso de aderezos grasos como cremas, salsas y mayonesa.

Disminuir o evitar su consumo

•Lácteos con alto contenido de grasa: queso fundido, quesos duros, queso de rallar, manteca, margarina, crema.
• Cordero, vísceras (lengua, riñón, mondongo, corazón, molleja, achuras), salchichas y hamburguesas industriales. Fiambres, patés, embutidos.
• Snack (papas fritas, chizitos, maníes, etc.).
• Facturas, tortas, masas, galletitas dulces rellenas.
• Golosinas, helados, productos de copetín.
• Gaseosas comunes, jugos azucarados, gelatinas comunes.

¿Qué tipo de actividad física se recomienda?

Estimular que los niños realicen actividad física suele favorecer la incorporación del movimiento a su vida cotidiana.

Algunos ejemplos: 

• Ayudar en las tareas hogareñas.
• Ir a jugar a la plaza o a espacios abiertos comunitarios. 
• Favorecer actividades en clubes de barrio en los horarios extraescolares. 
• Salir a caminar al aire libre.
• Crear juegos económicos como caballos con palos de escoba, rayuelas con tiza o cintas, tejos con tapitas, etc. También aros (hula-hula), sogas (viborita) o elásticos pueden servir para saltar.
• Incentivar juegos tradicionales y muy activos, tales como las “escondidas”, la “mancha”, la “carrera de obstáculos”,  la “búsqueda del tesoro”, etc.
• Jugar con diferentes tipos de pelotas (de tenis, de fútbol, de básquet, de volley, de ping-pong).
• Andar en triciclo, autito con pedal, patines, patineta, monopatín o bicicleta.
• En la medida de lo posible, estimular la asistencia a clases o talleres extraescolares de deporte 

Fuente:

Bär, N. (10 de septiembre de 2017). La Argentina encabeza el ranking regional de obesidad infantil. Diario La Nacion, págs. http://www.lanacion.com.ar/2061460-la-argentina-encabeza-el-ranking-regional-de-obesidad-infantil.

Ministerio de Salud de la Nación. (2013). Sobrepeso y obesidad en niños y adolescentes. Orientaciones para su prevención, diagnóstico y tratamiento en Atención Primaria de la Salud. Buenos Aires, Argentina: Ministerio de Salud de la Nación.

Lic. María Constanza Pagano
Nutricionista
MP 940

Consultorios Bolívar 
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